Los asentamientos humanos en las ciudades han llegado al extremo de convertirse en verdaderas proezas arquitectónicas que desafían la naturaleza al extremo. El hacinamiento urbano producto de la atracción económica de las grandes urbes para los migrantes de economías rurales pobres, solo han generado villas miseria, compuestas por viviendas expuestas al riesgo, la insalubridad y el deterioro de las condiciones de vida.
La escasa planificación edil en la temática del uso de suelo, genera distorsiones en la disposición de zonas negras e inestables que aun siendo de uso y propiedad pública están sujetas al loteamiento y tráfico de tierras, en la cual caen las familias más pobres y por lo tanto son considerados sectores altamente vulnerables a la erosión hídrica, los taludes, los sismos y otros desastres naturales.
Aún con la presencia de planificadores territoriales en las comunas, en el 80% de las ciudades grandes, medianas e intermedias de los países de la comunidad andina, se suceden un sin fin de transgresiones que implica considerar a las mismas ciudades de riesgo.
La Paz, la sede de gobierno del Estado Boliviano, es una gran urbe de 2 millones de habitantes donde circundan aproximadamente 200 ríos en su pequeño perímetro de suelos en una hoyada, donde se han construido grandes edificios, avenidas, puentes, etc. en un conjunto arquitectónico que desafía a la topografía y su estabilidad de las megamasas de tierra en sus alrededores.
Las ciudades de riesgo, implican mayores inversiones en canalizaciones de aguas subterráneas, estabilidad de laderas, compactación de suelos y otras obras de ingeniería; que aquellas ciudades que planifican y cuentan con un desarrollo urbano ordenado.
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